viernes, 19 de noviembre de 2010


Sí, lo confieso, soy una romanticona. Es así y negarlo no sirve de nada. Desde pequeña lo he sido, y a lo mejor con el paso de tiempo se ha disminuido un poco, pero en el fondo de mí, siempre permanece ese espíritu. Me enternecen las historias de amor, me encantan las comedias románticas y me pierde ver a parejas enamoradas por las calles. Soy así.Extrañamente, siempre había creído en el cliché de que todas las mujeres éramos así, y que por el contrario ningún hombre creía en el romanticismo. No sé si será por la igualdad (o desigualdad) de estos tiempos, pero hace ya mucho que descubrí que hay bastantes chicas que en absoluto se ven contagiadas por esta ‘cursilería’, por decirlo de alguna manera. Sorprendentemente, diría yo, hay cada vez más chicos que se ven sumidos en esta corriente, aunque no lo demuestren en público, como quizás si que lo hagamos nosotras. El chico malote ya no es lo único en oferta.Se me ha ocurrido escribir esta entrada de hoy por una razón curiosa; una amiga me ha pedido que le recomendara algunos lugares de París, donde va a ir este puente, y entonces ha venido a mi un recuerdo precioso y emotivo. Las pasadas Pascuas viajé con mi familia a la ciudad del amor, nunca mejor dicho, y presenciamos una escena de película. Como todo turista que se precie, hicimos la larguísima cola que precedía la subida a la Torre Eiffel, y una vez arriba, sucedió algo impensable. Estábamos mirando el paisaje, haciendo fotos, esas típicas cosas que se suele hacer al estilo guiri, cuando, a tan sólo unos metros de nosotros, un chico, de aspecto escandinavo, se arrodilló delante de su novia, y sacó un anillo para proponerle matrimonio. ¿Se puede ser más romántico? Este hecho terminó, afortunadamente, en un ‘sí’ por parte de la chica, en mi madre y yo con la lágrima a punto de caer y en un grupo de turistas maduritos aplaudiendo sin cesar.Pues bien, es ese el espíritu del que quería hablar hoy, ya que al recordar la anécdota parisina, me he dicho a mi misma que no todo el romanticismo está muerto. Que pese a este mundo de desigualdades, de pobreza y riqueza, muchas veces injusto, problemático, y en el que todos pensamos más en nosotros mismos que en ninguna otra cosa, experimentar un poco de romanticismo no está de más. Que es también una manera de sentirse vivo, de tener emoción por alguna cosa que no sea uno mismo, y de buscar hacer feliz a otra persona.

Yo voto por ello, sin dudarlo. Para impregnarse de este sentimiento, nada mejor que ver Love Actually, Notting Hill o Pretty Woman.Y a soñar despierta.

No hay comentarios: